BERNAND, Carmen. Los indígenas y la construcción del Estado-Nación. Argentina y
México, 1810-1920: historia y antropología de un enfrentamiento. Ciudad Autónoma
de Buenos Aires, Argentina: Prometeo, 2016.
ZAPATA, Horacio Miguel Hernán
*
La participación de las sociedades indígenas dentro de los procesos de creación y
afianzamiento de los Estados nacionales constituye una de las tantas problemáticas que
ha marcado tanto la historiografía como la antropología latinoamericanas de las últimas
décadas. Sin duda, a ello han contribuido de forma significativa, por un lado,
antropólogos formados en la tradición de una Etnohistoria interesada por entrever la
“perspectiva del otro indígena en las situaciones de dominación colonial y estatal”
(ROJAS, 2008). En segundo lugar, han contribuido a ello también aquellos historiadores
enrolados en una historia social y política “desde abajo”, preocupados por ofrecer
nuevas aproximaciones a las diversas experiencias históricas de los grupos sociales
subalternos en relación con los grupos hegemónicos a lo largo la historia. En efecto,
el desarrollo de investigaciones empíricamente fundadas en la interpretación de viejas y
nuevas fuentes a partir de enfoques y metodologías renovadas, ha permitido que
* Magister Internacional en Ciencias Humanas y Sociales por el Instituto de Desarrollo Humano de la
UNESCO, Madrid, España. Docente-Investigador de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE),
Resistencia, Argentina. Formador de Formadores en la Dirección de Nivel Superior del Ministerio de
Educación de la Provincia de Corrientes, Argentina. Correo electrónico: horazapatajotinsky@hotmail.com
Recebido em: 07/03/2020
Aprovado em: 23/05/2020
historiadores y antropólogos pudiesen ensanchar la base de la historia” (SAMUEL, 1984,
p. 17) y explorar “una dimensión desconocida del pasado” (HOBSBAWM, 1998, p. 207-
208) o, más bien, un aspecto de las culturas nacionales mal conocidas y sobre las que
pesan no pocos mitos y polémicas. A partir del fortalecimiento de esta línea de trabajo
innovadora, contamos con más elementos para acabar con las miradas que han
concebido a las comunidades indígenas como objetos pasivos de las políticas impuestas
en el pasado y el presente.
Como consecuencia, en los nuevos estudios e interpretaciones histórico-
antropológicas los pueblos indígenas se nos presentan como verdaderos actores, sujetos
constructivos y activos frente a la realidad que los contiene y que se transforma
continuamente a través de las sucesivas adecuaciones, inventivas e impugnaciones
barajadas gracias a su capacidad de agenciar de manera armónica o contradictoria
distintos bienes, prácticas y representaciones del mundo en que viven. Precisamente
gracias a que existen estos incesantes esfuerzos de distintos académicos por producir
conocimiento social sobre las comunidades originarias es que hoy contamos con el libro
Los indígenas y la construcción del Estado-Nación. Argentina y México, 1810-1920, de la
afamada etnohistoriadora francesa Carmen Bernand. Elaborado y publicado
originalmente como un manual destinado a abordar el tema del concurso de acceso a la
condición de profesor de la enseñanza pública en Francia, el presente libro constituye la
versión traducida al castellano y mejorada por su propia autora, convirtiéndose en una
voluminosa obra dedicada a presentar como bien indica su tulo un estudio de
antropología histórica comparada de los complejos vínculos entre los indígenas y los
nuevos Estados nacionales surgidos a partir del descalabro del otrora imperio español.
Como podrá advertir el lector avezado, su redacción obligó a reunir y compaginar
un creciente y heterogéneo universo de resultados de investigación sobre diferentes
objetos y en diversos registros, propios y ajenos, cuya articulación no siempre resulta
evidente, en una narración atrapante donde su objeto nunca se desdibuja. Su
composición permite ver con claridad tanto las líneas maestras del oficio como la
manera, precisa y elocuente, de trabajar con un corpus significativo de fuentes
(correspondencia oficial y personal, periódicos, informes de comandancias de frontera,
los registros de gastos de compensaciones, memorias particulares y diarios de viajeros)
en un esfuerzo para comprender, de manera vívida y sugerente, los significados que una
sociedad atribuye a los acontecimientos en los que participa. Si bien los argumentos
vertidos a lo largo del libro en la mayor parte de los casos no son naturalmente
novedosos para los especialistas, el mismo no carece de la profundidad propia de las
obras que obligan a ajustar cuentas con los estudios anteriores y marcan pautas para
futuras investigaciones, sobre todo en lo que se refiere a la principal hipótesis de la
autora. Y es que el objetivo central de Bernand es demostrar que los grupos indígenas
fueron partícipes de los dramáticos avatares derivados de la conformación de los
actuales Estados republicanos de México y Argentina a lo largo del siglo XIX, ya que en
tanto agentes activos tejieron relaciones de negociación, conflicto y subordinación con
las elites en el poder.
Sin embargo, pese a su nueva adaptación, la investigadora logró conservar esa
particular “identidad mestiza” (VIAZZO, 2003), que supo imprimirle al ensayo original,
desdibujando las fronteras entre Antropología e Historia, combinando un conjunto de
preocupaciones teóricas del campo antropológico con el andamiaje empírico que provee
del decurso histórico. En este sentido, el lector podrá observar que en la arquitectura
global del libro hay secciones que resultaron más históricas, mientras que otras se
tornaron más antropológicas; ello no quita que, por momentos, el abordaje conjugue
ambos enfoques. Ciertamente, la obra divide el estudio de las trayectorias indígenas en
dos grandes partes. Bajo el subtítulo de “Jalones”, la primera parte expone y analiza los
principales hechos en el orden cronológico en el que se presentaron a lo largo de un
apartado introductorio y siete capítulos. Los capítulos, a su vez, se hallan delimitados a
partir de distintos clivajes temporales que responden en términos generales a una
periodización secular significativa para ambos países, cuyo inicio arranca en el o 1810
y su cierre alrededor de inicios de la cada de 1920. Si bien la decisión de Bernand de
recurrir a una periodización inconveniente (por su apego a efemérides patrias o
convenciones historiográficas tradicionales, pero no así a las dinámicas del mundo
indígena), es indudable que la misma se convierte en un mapa de lectura muy útil.
De ese modo, en el capítulo introductorio se presentan cuestiones que la autora
entiende como fundamentales para la comprensión del recorrido histórico de los
siguientes acápites, como la situación en los Virreinatos de Nueva España y del Río de la
Plata a fines del siglo XVIII, dos territorios mucho más extensos que las repúblicas que
llevaran los respectivos nombres de México y Argentina, los caracteres y dinámicas
sociales de los grupos indígenas que habitaban más allá de las fronteras de ambas
jurisdicciones, las descripciones etnográficas sobre éstos legadas por funcionarios,
misioneros y viajeros y los fundamentos políticos sobre los que se erigieron las jóvenes
repúblicas. Seguidamente, en los capítulos primero y segundo, la autora describe los
corolarios producidos sobre las poblaciones indígenas por el proceso de la insurgencia
en México y en las Provincias Unidades del Sur. A continuación, los capítulos tres y
cuatro reconstruyen el largo período caracterizado por una sucesión de guerras civiles y
de conflictos internacionales abiertos luego de la independencia política de ambos países.
Allí, Bernand sitúa al indígena dentro del conjunto de grupos socioétnicos que tomaron
parte, según sus propios intereses y oportunidades, en los conflictos que forjaron los
Estados republicanos modernos, historizando las acciones emprendidas por las distintas
facciones políticas criollas en pugna (caudillos unitarios y federales en el caso del Río de
la Plata y liberales o conservadores en el caso del México), para ganar la colaboración
militar de algunas de las parcialidades indígenas y los diversos posicionamientos que
éstas últimas adoptaron. Resultado de esa participación fueron, como muy bien explica la
autora, la progresiva pérdida de la autonomía y los enfrentamientos interétnicos que
comenzaron a vivirse dentro de las propias sociedades indígenas. A su vez, a lo largo de
los capítulos cinco, seis y siete, se explora cómo el triunfo de las políticas librecambistas,
la vinculación de ambas regiones con el mercado mundial y los procesos de
consolidación de la soberanía territorial exigieron la anexión de nuevas áreas
productivas y un fuerte disciplinamiento social, acentuando las políticas ofensivas de
ambos Estados contra los aborígenes y volviendo imposible su existencia de éstos como
formaciones sociales independientes. El relato prosigue con la situación de las
comunidades una vez que las empresas de expansión territorial colocaron
paulatinamente las últimas “fronteras interiores” bajo el control del nuevo Estado. Se
examina la forma en que los miembros de comunidades indígenas que sobrevivieron a tal
embestida perdieron total autonomía y pasaron a ser incluidos en forma subordinada a
las sociedades nacionales de Argentina y México, como ciudadanos de segunda clase
entre fines del siglo XIX y principios del XX.
Al finalizar este primer gran apartado, cualquier lector quedará con la sensación de
haber recorrido una historia propiamente hablando, en la cual es posible identificar
algunas coyunturas claves o episodios específicos, que operan como disruptivos en la
dinámica de interacción socio-política general y, sobre todo, ciertas transformaciones
ocurridas en los vínculos entre indios y cristianos a lo largo del período de estudio, sin
perder de vista las continuidades que se manifestaron en la larga duración. Además,
desde ese marco temporal amplio, el lector también podrá observar las rupturas y
continuidades en la vida de los pueblos indígenas durante la formación de las culturas
nacionales de cada país, así como también las similitudes y contrastes que existieron
entre los casos argentino y mexicano. Ello, sin duda, llevará a los lectores a prestar
atención a las características regionales; al tipo de intereses conjugados en las relaciones
interétnicas; al carácter de frontera o de dominación ya consolidada de los ámbitos que
estructuraban estas relaciones; a las modalidades jurídicas y legales ofrecidas por los
sucesivos gobiernos en los diferentes contextos sociohistóricos; y, finalmente, a los
rasgos sociopolíticos de las poblaciones indígenas. De allí se desprende la intención de
dar cabida a ciertas individualidades a medida que entran en escena, en función de
ciertos problemas y la importancia asignada a correspondencias con la trama social en la
que se insertan. En efecto, a lo largo del libro las ejemplificaciones ofician como una
herramienta interpretativa no la única, por supuesto capaz de dar cuenta del
carácter complejo de las interacciones y conflictos que caracterizaron el nculo de los
indígenas con las diversas instancias estatales de cada país y de las miradas opuestas o
alternativas que unos y otros construyeron en aras de definir la forma de inclusión de “lo
indígena” a las culturas nacionales en definición. Para la autora, el hecho que las
sociedades indígenas fueron las grandes derrotadas en la construcción estatal constituye
un desenlace humanamente trágico a la vez que paradójico, puesto que en ese mismo
momento ambas sociedades atravesaban sus primeras experiencias de ampliación
política democrática: ya sea a través de la vía reformista seguida en Argentina y
expresada en la ley Sáenz Peña (que garantizaba el derecho al voto universal, secreto y
obligatorio), cuya aplicación llevó a la presidencia al radical Hipólito Yrigoyen en las
elecciones de 1916; ya sea a través de la vía revolucionaria ocurrida en México, la cual se
manifestó en el estallido de la Revolución agraria en 1910 y concluida en 1917.
Bajo el título de “Problemáticas”, la segunda parte del libro comprende un conjunto
de textos que se alejan de un abordaje de tipo cronológico y, organizados en los
restantes cinco capítulos, tienen por propósito profundizar la complejidad de los modos
de organización y cosmovisión de las sociedades indígenas y sus transformaciones a lo
largo del período analizado. Consciente del desafío de bosquejar esta complejidad lo más
claramente posible para el lector no especialista, alejado de las eruditas y no siempre
fáciles discusiones metodológicas, la autora estudia del capítulo ocho al once el largo
devenir de la agencia indígena desde ciertos nudos problemáticos. De ese modo, Bernand
explora la estructura y funcionamiento de los cacicazgos, las múltiples dinámicas
(alianzas políticas, conflictos armados, intercambios comerciales y procesos de
mestizaje) que tenían lugar en los espacios de frontera, la conversión de los indígenas en
proletarios a partir de su desarticulación (en el caso argentino), la pervivencia de las
economías campesinas a partir de los procesos de comunalización (en el caso mexicano)
y, finalmente, el impacto heterogéneo del catolicismo con sus misiones y cofradías,
fiestas y rituales sobre la cultura de los pueblos nativos. Por último, en el capítulo
doce, Bernard analiza el nculo entre los indígenas y la memoria a partir de los distintos
significados adjudicados a este último concepto como narración identitaria, como
representación visual y como relato experiencial. Para ello la autora identifica y describe
los contrastes existentes entre las configuraciones particulares que asumen las formas
de recuerdo (u olvido) de “lo indígena” en el arte, la fotografía, el folklore, las colecciones
patrimoniales de los museos y las etnografías. Si bien los temas nativos fueron
retomados por ciertas vertientes del nacionalismo cultural de las décadas de 1910 y 1920,
Bernand indica que los indígenas fueron valorados únicamente en función de ciertas
producciones estéticas de su cultura que, desde una mirada occidental, resultaban
curiosas, llamativas y exóticas. Esta apreciación prejuiciosa y estereotipada tuvo su
correlato en el largo y progresivo proceso de negación y olvido generalizado de la
participación del indio en la historia patria. Sin embargo, Bernand concluye que esa
misma memoria oficial se ha visto impugnada a partir de los procesos de reemergencia
identitaria y, en particular, de las acciones llevadas adelante por líderes y organizaciones
indígenas para la reivindicación de sus derechos y territorios, tanto en México como en
Argentina, a finales del siglo XX y principios del nuevo milenio.
Por lo antedicho, no solamente nos hallamos frente a un insumo bibliográfico
básico para el investigador y para el formador de docentes e investigadores, sino
también una muy buena obra de divulgación, adecuada e interesante para un público que
rebasa el ámbito de los especialistas en temas indígenas. Y es aquí donde reside una de
sus principales virtudes: logra brindar al lector lego una imagen clara, precisa y
equilibrada de las diversas contingencias que atravesaron las relaciones que los diversos
gobiernos establecieron con los indígenas durante la formación del Estado en ambas
experiencias nacionales a través de una síntesis elaborada con un lenguaje sencillo y
desprovisto de los tecnicismos propios de la jerga académica. Pero otra virtud del libro,
quizás menos visible pero ciertamente válida, es que se trata de una obra que saca a la
luz significados que son posibles de extraer a través de un minucioso trabajo forjado
donde el pasado histórico nos sacude y nos arroja involuntariamente a reflexionar sobre
el presente y el futuro de los pueblos originarios en América Latina.
Referencias
HOBSBAWM, Eric. Sobre la Historia. Barcelona, España: Crítica, 1998.
ROJAS, José Luis de. La Etnohistoria de América. Los indígenas, protagonistas de su
historia. Buenos Aires, Argentina: Editorial SB, 2008.
SAMUEL, Raphael. Historia popular y teoría socialista. Barcelona, España: Crítica-
Grijalbo, 1984.
VIAZZO, Pier Paolo. Introducción a la Antropología Histórica. Lima, Perú: Pontificia
Universidad Católica del Perú, 2003.