dar cabida a ciertas individualidades a medida que entran en escena, en función de
ciertos problemas y la importancia asignada a correspondencias con la trama social en la
que se insertan. En efecto, a lo largo del libro las ejemplificaciones ofician como una
herramienta interpretativa – no la única, por supuesto – capaz de dar cuenta del
carácter complejo de las interacciones y conflictos que caracterizaron el vínculo de los
indígenas con las diversas instancias estatales de cada país y de las miradas opuestas o
alternativas que unos y otros construyeron en aras de definir la forma de inclusión de “lo
indígena” a las culturas nacionales en definición. Para la autora, el hecho que las
sociedades indígenas fueron las grandes derrotadas en la construcción estatal constituye
un desenlace humanamente trágico a la vez que paradójico, puesto que en ese mismo
momento ambas sociedades atravesaban sus primeras experiencias de ampliación
política democrática: ya sea a través de la vía reformista seguida en Argentina y
expresada en la ley Sáenz Peña (que garantizaba el derecho al voto universal, secreto y
obligatorio), cuya aplicación llevó a la presidencia al radical Hipólito Yrigoyen en las
elecciones de 1916; ya sea a través de la vía revolucionaria ocurrida en México, la cual se
manifestó en el estallido de la Revolución agraria en 1910 y concluida en 1917.
Bajo el título de “Problemáticas”, la segunda parte del libro comprende un conjunto
de textos que se alejan de un abordaje de tipo cronológico y, organizados en los
restantes cinco capítulos, tienen por propósito profundizar la complejidad de los modos
de organización y cosmovisión de las sociedades indígenas y sus transformaciones a lo
largo del período analizado. Consciente del desafío de bosquejar esta complejidad lo más
claramente posible para el lector no especialista, alejado de las eruditas y no siempre
fáciles discusiones metodológicas, la autora estudia – del capítulo ocho al once – el largo
devenir de la agencia indígena desde ciertos nudos problemáticos. De ese modo, Bernand
explora la estructura y funcionamiento de los cacicazgos, las múltiples dinámicas
(alianzas políticas, conflictos armados, intercambios comerciales y procesos de
mestizaje) que tenían lugar en los espacios de frontera, la conversión de los indígenas en
proletarios a partir de su desarticulación (en el caso argentino), la pervivencia de las
economías campesinas a partir de los procesos de comunalización (en el caso mexicano)
y, finalmente, el impacto heterogéneo del catolicismo – con sus misiones y cofradías,
fiestas y rituales – sobre la cultura de los pueblos nativos. Por último, en el capítulo
doce, Bernard analiza el vínculo entre los indígenas y la memoria a partir de los distintos
significados adjudicados a este último concepto como narración identitaria, como
representación visual y como relato experiencial. Para ello la autora identifica y describe
los contrastes existentes entre las configuraciones particulares que asumen las formas
de recuerdo (u olvido) de “lo indígena” en el arte, la fotografía, el folklore, las colecciones